In memoriam. Brígida García Guzmán

 

 

In memoriam Brígida García Guzmán

(1947-2020)

Haciéndose eco del luto de la comunidad de El Colegio de México, del que manifestaron otras organizaciones académicas del país y la región, de sus colegas y alumnos poco después del fallecimiento de la Dra. Brígida García Guzmán, Coyuntura Demográfica ofrece tres textos:

un reconocimiento en vida, adaptado de la presentación que una de sus colegas, Jéssica Nájera, preparó con motivo de la ceremonia de Emeritazgo de Brígida García, en junio de 2019;

un reconocimiento de Edith Pacheco, colega y amiga, quien comparte en este texto un breve recuento del paso de Brígida por su vida y de algunos de los muchos sentimientos surgidos entre sus compañeros, colegas y amigos. Este texto fue leído el 11 de noviembre del 2020 en el homenaje virtual a Brígida García, organizado por el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México y la Sociedad Mexicana de Demografía; y

un recuerdo emotivo y personal mediante las líneas que Gustavo Garza, esposo de Brígida García, nos ofrece como recuerdo de su historia de vida como pareja. Sin escatimar emociones, Gustavo nos invita a recorrer con él las muchas y ricas experiencias que vivió con Brígida. Las palabras fueron leídas en ocasión del homenaje virtual celebrado en El Colegio de México el 11 de noviembre de 2020.

Alo largo de cuatro décadas de desempeño en El Colegio de México (Colmex), la Dra. Brígida García fue una activa y reflexiva socióloga y demógrafa, precursora de la perspectiva sociodemográfica en temas laborales y de familia y género, tanto en el país como en América Latina. Hoy quiero destacar su aporte como docente e investigadora, desde la experiencia de quienes fuimos sus estudiantes, tesistas y colegas.

Brígida inició en 1971 su trayectoria en el Colmex como Profesora-Investigadora en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (cedua). Profesora desde 1971 de 20 generaciones de estudiantes de la Maestría en Demografía, y profesora de 12 generaciones de estudiantes del Doctorado en Estudios de Población a partir de 1985.

Los cursos impartidos en los programas antes citados convergen en temas como Enfoques Teóricos y Metodológicos de los Estudios de Fuerza de Trabajo, Fecundidad, Familia y Género, Enfoques Teóricos y Metodológicos de los Estudios de Población, Desigualdad, Pobreza, Sociedad, Metodología de la Investigación en Población, Cambio Social y Mercados de Trabajo, por mencionar algunos. Como docente, Brígida tuvo una preocupación constante por mejorar y actualizar los programas docentes del cedua, procurando siempre que se combinara el aporte histórico con los temas poblacionales de vanguardia y la inclusión de nuevas metodologías de investigación.

En el aula, Brígida nos enseñaría a estudiar los lazos entre los miembros de la familia y su grupo social, entre las familias y el mercado laboral, y la participación laboral de la población en mercados de trabajo diversos, cerrando así el vínculo entre lo micro, lo meso y lo macrosocial. Nos enseñó, igualmente, a identificar las profundas disparidades que privan en nuestra sociedad, reflejo de las desigualdades entre las familias y al interior de ellas. Incorporaba constantemente nuevas vertientes de estudio, resultado de su propia investigación o de la que compartía con colegas, estudiantes y tesistas. Así, nosotros aprendimos de ella, y al acompañarnos en nuestras propias propuestas u “ocurrencias” de investigación, me atrevo a pensar, ella aprendía con nosotros.

Brígida nos enseñó una forma peculiar de mirar al mundo familiar vinculado al trabajo; una perspectiva sociodemográfica que proviene de la mancuerna realizada entre la Demografía y la Sociología. Parte de esa mirada fue desarrollada en colaboración y con la compañía de Orlandina de Oliveira, Profesora-Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos (ces) del Colmex. Por lo anterior, en sistemáticas ocasiones los estudiantes nos equivocábamos cuando escribir correctamente una referencia bibliográfica lo hacíamos como “García y Oliveira” o bien “Oliveira y García”; pues ellas eran un maravilloso dúo académico que tenía sus raíces en una muy profunda y sólida amistad.

Los estudiantes aprendimos de Brígida su forma de observar el mundo, en las aulas durante las clases, y también a través de los numerosos artículos, capítulos y libros de su autoría. Nos invadía la frustración cuando ya no los encontrábamos en venta y entonces teníamos que fotocopiar y engargolar, o ahora, escanear y subirlos a la nube. Por todo esto, me erijo en portavoz de mis compañeros para afirmar emocionada que más allá de las clases y de los cientos de textos que ella escribió y leímos, lo que valoramos más quienes fuimos sus alumnos fue su acompañamiento, su cariño, solidaridad y apoyo, y el seguimiento puntual y la vigilancia teórico-metodológica rigurosa a nuestras investigaciones. Agradecemos también, sobremanera, las extensas horas de trabajo que nos dedicó para que las investigaciones de posgrado cumplieran los requisitos de calidad necesarios.

A lo largo de más de cuatro décadas, la enseñanza de la perspectiva sociodemográfica fue un tema que llevó a numerosos estudiantes y colegas a buscar a Brígida como profesora, directora de tesis o miembro de comités académicos. Ella acompañó como directora o lectora de tesis a más de 60 tesis de posgrado en el propio Colegio y en otras instituciones académicas del país.

Dirigió tesis en los temas más clásicos, como el de Fuerza de Trabajo, hasta los más recientes, como Uso del Tiempo, Trabajo no Remunerado y Trabajo de Cuidados de Adultos Mayores. En este transitar figuran temas como Población Rural y Migración Temporal, Organización Social del Trabajo, Heterogeneidad Laboral, Participación Económica Femenina y Juvenil, Trabajadores Asalariados y por Cuenta Propia, Sector Informal, Trabajo Decente, Inestabilidad y Segregación Laboral, Desempleo, Paternidad y Organización de la Vida Familiar, Mercados de Trabajo y Desigualdades, Condiciones Laborales de Poblaciones Migrantes, Violencia hacia las Mujeres en Ámbitos Laborales, Trayectorias a la Vida Adulta y Trabajo de Cuidados. Diversas generaciones de demógrafos y estudiosos de la población recibimos el beneficio de estudiar con Brígida temas que hasta entonces estaban ausentes y eran, por lo tanto, de vanguardia, lo mismo que aquéllos que a lo largo de la historia han sido de constante preocupación.

Las enseñanzas de Brígida traspasaron las aulas motivando a sus estudiantes a incursionar por vez primera en la presentación de trabajos de investigación, en espacios como las reuniones y congresos de la Sociedad Mexicana de Demografía (Somede), la Asociación Latinoamericana de Población (Alap), la Interntational Union for the Scientific Study of Population (iussp) o la Population Association of America (paa). Fue ella quien nos alentó a escribir los primeros artículos o capítulos para ser publicados; algunos de nosotros pudimos incluso realizar proyectos editoriales con ella. En estas formas variadas de docencia y difusión de la ciencia, Brígida nos enseñó a ser críticos, a respetar y reconocer el saber acumulado, a indagar acerca de temas pertinentes para la sociedad; pero, sobre todo, a mantener el rigor científico.

Los alumnos de Brígida, hoy en día profesores, investigadores o profesionistas, algunos laborando en universidades de México o del extranjero, en la función pública o en organismos internacionales, hemos llevado, transmitido y mostrado una forma de entender y explicar el vínculo entre trabajo y familia desde una perspectiva sociodemográfica. Por ello, sin duda alguna, ella fue formadora de formadores, ya que sus enseñanzas y pensamiento sociodemográfico fue retransmitido a muchos otros.

Brígida contribuyó de manera por demás importante a la formación de la comunidad de demógrafos en México y en América Latina, logrando que los lazos académicos y de afecto creados desde su persona nos emparentaran. Puedo agregar, siendo la voz de mis compañeros, lo íntimamente satisfactorio que nos resultó sabernos herederos de sus enseñanzas.

Me resta señalar que la destacada trayectoria académica de la Dra. Brígida García, de la cual tuve el privilegio de formar parte –como estudiante, tesista de posgrado y luego colega en el cedua–, estuvo siempre acompañada por su generosidad para compartir el conocimiento de forma entusiasta por proyectos de investigación con estudiantes, tesistas, egresados y colegas de diversas instituciones, razones por las cuales Brígida fue reconocida en espacios diversos por estudiantes y colegas.

Su nombramiento en 2019 como Profesora-Investigadora Emérita del Colmex fue un merecido reconocimiento a su largo andar en la docencia y la investigación, y a su compromiso institucional. Representó el reconocimiento a su vasta obra académica en México y en América Latina, a su papel como formadora y precursora del pensamiento sociodemográfico, a su trascendencia en la política pública nacional e internacional que contribuyó al desarrollo de las ciencias sociales y también como recurso para la reflexión de los grandes problemas sociodemográficos y laborales de México.

Querida Brígida, debes sentirte orgullosa de tu legado en la Academia, de la escuela que formaste, de tu aporte a la investigación; pero, sobre todo, por haber sido el excepcional ser humano que fuiste. Gracias por habernos permitirnos ser parte de tu historia sociodemográfica.

Jéssica Nájera

 

Hablar en este pequeño espacio de Brígida García y de lo que ella significó en mi trayectoria de vida, primero como maestra, después como compañera de trabajo y siempre como amiga, me es muy difícil, por el sencillo hecho de que dejó en mí un legado enorme y diverso. Al enterarme de su partida, me di cuenta de que compartía mi profunda tristeza con innumerables personas que se manifestaban en los diversos espacios digitales. En todas esas manifestaciones, el común denominador, además de la tristeza por su pérdida, fue y sigue siendo un vasto reconocimiento a su trabajo y a su calidad humana.

Brígida como maestra

Pertenecí a la generación de la Maestría en Demografía 1985-1987: Con Brígida tomamos el curso de Migración, que dejó en todos nosotros una huella imborrable. Al saber que participaría en este homenaje, pregunté a mis compañeros si les parecía que en mi intervención compartiera nuestros sentimientos respecto a la partida de Brígida.

Teobaldo Espejo respondió: estoy de acuerdo que en nombre de la promoción puedas trasmitir nuestro agradecimiento por su calidad de persona, positivismo, siempre abierta a escuchar y ayudar.

Rodolfo Chena recordó que: la calidad humana de Brígida le ganó el respeto, la admiración y el afecto de nuestra generación, y de otras más, sin duda.

Ale Canales, agregó: su capacidad para formar personas, no sólo como investigadores y demógrafos, sino demógrafos y personas con un sentido humano y social.

Lupita Aguilar, que por muchos años trabajó en el Inegi, escribió: me gustaría señalar la disposición de Brígida para participar en los grupos de trabajo para revisar proyectos estadísticos, siempre tratando de conciliar posiciones.

Katia Menkes subrayó: a mí me impresionaba que siendo una maestra e investigadora de tan alto nivel fuera tan cálida además de que buscaba animarnos y echar porras con cualquier trabajo que le entregáramos. Nunca intentó asustarnos o amenazarnos con las calificaciones, al revés, trataba de que confiáramos en lo que hacíamos.

Lety Suárez señaló: también [le impresionaba] que nos ubicara perfectamente a todos a pesar de ser una generación numerosa.

Y Tere Jácome nos hizo ver que: aun pasado el tiempo nos recordaba y consideraba como sus colegas más que como sus alumnas. Además [Tere resaltó] su carácter bonito y su sonrisa de siempre, por lo que Katia Menkes añadió: La verdad es que no sólo tenía un cerebro privilegiado sino también un corazón de oro.

René Flores agregó: Para mí, la mejor profesora de la maestría por todo lo que han mencionado.

En nuestra generación, Miguel Ramos y Eloisa Norman tuvieron la fortuna de ser dirigidos en sus tesis por nuestra querida Brígida,

Miguel nos comparte: tuve el privilegio de tenerla como mi asesora de tesis y, años después, como tutora en una pasantía. Siempre su relación conmigo no fue de maestra alumno, sino de un trato tan horizontal, que siempre me hizo sentir que éramos amigos.  Aprendí mucho de ella. Permitió que me acercara a los estudios de género para enriquecer mi trabajo como demógrafo, actuó como un puente para sumergirme en los estudios de masculinidad y, con todo eso, aportó a un cambio radical en mi vida profesional y personal. Una extraordinaria maestra y persona”.

Eloísa agregó: creo que hemos tenido la gran suerte en la vida de haber podido conocer a una persona de la altura intelectual y sobre todo moral de Brígida García. Siempre equilibrada, mediadora y conseguidora de acuerdos, se convirtió en pieza clave en la consolidación de grupos, asociaciones, investigaciones … siempre comprometida con la defensa de los más débiles y convencida de la importancia de los estudios de género, inculcó en sus alumnos, en cada uno de nosotros, la importancia de la dimensión social. Comprometida en visualizar lo invisible, humanizó con su visión profunda de los problemas una profesión tan fría como la nuestra. Transformó a la demografía desde los más fríos números, a los más cálidos fogones del hogar.

Gracias queridos compañeros por expresar tan dulcemente su cariño a Brígida. Permítanme expresar que me siento acompañada, comprendida, una más en este fuego de emociones que van más allá de mí.

Tuve la enorme suerte de conocer a Brígida siendo estudiante de licenciatura; durante mis últimos años de formación en la UNAM me convertí en su ayudante de investigación. Su guía, su orientación, su amistad fueron más allá del límite de lo académico y discúlpenme, pero no puedo aceptar que no la veré más. Es verdad que durante la pandemia transitamos del whatsapp al zoom y logramos vernos y reírnos un rato más… pero no sé si son los kilómetros (Eloísa vive en España) que magnifican mi dolor, para mí ella es México, es mi hogar y está viva en mi corazón.

Brigida como compañera de trabajo

Podriamos hablar días enteros de esta arista de Brígida; pero en este breve espacio quisiera compartirles lo que ella representó para el grupo de trabajo tetra.

Emma Liliana Navarrete nos narra: en 2008, cuando realizaba mi sabático en El Colegio de México, Brígida me invitaba a comer más o menos una vez al mes. Durante esas comidas charlábamos sobre muchos temas: la preocupación por jubilarse, la salud, los hijos y uno que le preocupaba era el sentir que el estudio sobre mercados laborales cada vez era menos recurrente entre las nuevas generaciones de demógrafos, o al menos eso percibía ella.

Un día durante una comida me dijo que sería bueno saber quiénes aun estudiaban el tema y que necesitábamos volver a poner en la agenda de la reunión de Somede a la fuerza de trabajo como un punto relevante.

Le dije que yo averiguaría cómo estaba la situación —sin saber muy bien cómo—  y me puse a la tarea, apoyada por Alejandra Franco, de averiguar dónde estaban los alumnos que habían hecho sus tesis sobre mercados laborales, les envié correos para ver si les interesaba reunirnos para empezar un grupo, informal, que de vez en cuando se juntara, y para mi sorpresa hubo una gran convocatoria.

Nos vimos por primera vez en la cafetería de El Colmex acompañados por Brígida y de ahí no paramos. Hoy día, al menos nueve de aquellos convocados, seguimos reuniéndonos y produciendo cosas sobre el tema.

Brígida estuvo siempre con nosotros, empezó a ausentarse a partir de que se enfermó, pero también, yo creo, porque nos habíamos ya consolidado como grupo de trabajo.

Ella siempre estuvo presente cuando la buscamos, porque así de generosa era Brígida, formaba, apoyaba, motivaba, lanzaba a la vida académica y cuando uno ya caminaba solo… soltaba.

Nina Castro, otra integrante del grupo tetra, dice: yo primero conocí a Brígida a través de sus textos, sus investigaciones siempre me han parecido atractivas y enriquecedoras. Algunos años después fue mi profesora durante el doctorado. Recuerdo con cariño un curso interesante, con lecturas formativas, buenas discusiones y exámenes retadores. Recuerdo que aprendí mucho y me atrajo aún más el estudio de los mercados de trabajo. En aquel entonces admiré su capacidad para compartir conocimientos.

En tetra aprendí mucho sobre sus reflexiones, comentarios y sugerencias, tenía la valiosa capacidad para reconocer el trabajo de los otros. Brígida me acompaña en mis investigaciones y le agradezco a la vida que nuestros caminos hayan coincidido.

Ana Escoto, también de tetra añade: Brígida nos deja un vacío muy grande que intentaremos llenar en nuestra actividad como grupo de investigación. Ella nos ayudó a conformarnos porque tenía una gran creencia en el trabajo colegiado. Creyó siempre en que los y las demógrafos teníamos que estudiar la reproducción de la vida a través del trabajo. El estudio de los mercados de trabajo en México siempre llevará mucho de Brígida, porque nosotros, quiénes aprendimos de ella y junto con ella, seguiremos con una visión donde el trabajo (remunerado o no) es central para la vida. Así, dicho en un lenguaje demográfico, seguiremos reproduciendo, con nuevas generaciones, su legado.

 Brígida como amiga

Tengo miles de recuerdos de Brígida como amiga; algunos muy personales, como por ejemplo cuando murió mi papá; estuvo en mi casa y me confortó. Otro recuerdo son nuestras idas a comer cuando cumplíamos años; a la comida seguían largas charlas. Pero el tiempo es finito, como me comento Brígida pocos días antes de partir, por lo que quisiera cerrar contándoles que a lo largo de muchos años, Javier mi esposo y yo hemos acuñado lo que llamamos “Teorema de Briggitte”. En muchas situaciones ella solía argumentar “no se puede el 100%”, una reflexión que nos ha sido sumamente útil en nuestras vidas, fundamentalmente cuando necesitamos disponer de un juicio realista de las cosas. Sin embargo, ahora que Brígida ha partido, la vida nos entrega una paradoja que alivia un poco mi dolor, el teorema se ha enfrentado con un contraejemplo, el legado de Brígida perdurará y en ese sentido “SI SE PUEDE EL 100%”.

Edith Pacheco

Colegas panelistas e investigadores, alumnos, familia de Santo Domingo y de Monterrey, señoras y señores, amigos todos, buenas tardes.

Comentaré aquí nueve episodios de mi relación con Brígida García como mi novia y esposa, madre de mis dos hijos y colega, en una especie de microhistoria de nuestra vida familiar.

Cortejo. Nuestro noviazgo se inició a principios de 1972, cuando coincidimos en una casa de campo en Ixtlahuacan, Estado de México, en donde un grupo de colegas pasábamos un fin de semana. A los tres meses de iniciado ahí el romance, The British Council me otorgó una beca para estudiar un posgrado en planificación en la Universidad de Cambridge. Invité a Brígida a comer y le comuniqué que en un par de meses me iba por un año y medio. Parecía entonces que el noviazgo iba a ser muy corto; pero decidimos mantenerlo por la vía epistolar con una misiva semanal, en un tiempo en el que las cartas por correo aéreo se tardaban al menos un mes; paradójicamente, igual que ahora. Estaba por viajar cuando le comenté a Brígida que había iniciado la compra de los volúmenes de una enciclopedia mensual; me faltaban seis tomos, y que le agradecería si podía seguir comprándolos y guardarlos para mí-. Al aceptar, le entregué todo el dinero requerido para esta compra. Pasado el tiempo, ya casados, ella bromeaba que por ese hecho había pensado: ¡Gustavo me conviene, es una persona muy formal! En diciembre de ese mismo año, Brígida fue a visitarme a Cambridge; de ahí viajamos a Paris a visitar a unos amigos que ahí estudiaban. Su iniciativa, audaz para la época, nos permitió mantener la relación de noviazgo hasta mi regreso; alimentamos la relación mediante cartas semanales, y el envío, también semanal, de la sección principal del periódico Excélsior, que hecha por barco, se tardaba tres meses, como en los tiempos del descubrimiento de América. Considerando que en nuestros días leer los periódicos de otros países se puede hacer por internet en un par de segundos, parece, en efecto, que han transcurrido siglos desde entonces.

Nupcialidad. Nos casamos tres meses después de mi regreso, el 17 de diciembre de 1973. Rentamos un departamento en la colonia Condesa. Como no teníamos auto, nos íbamos caminando a la que era entonces la sede de El Colegio de México en Guanajuato 125, Colonia Roma. Nuestra hija Alicia Acely nació el 23 de octubre de 1975, cuando aún vivíamos en ese departamento. El Colegio se trasladó a su actual sede en 1976; el 1º de abril de 1978 nacería nuestro hijo Ernesto Rafael. Brígida, como buena demógrafa, comandó nuestra etapa de reproducción de la fuerza de trabajo y decidió que con Ernesto terminaba nuestro ciclo reproductivo.

Familia. La vida familiar se articulaba entre la crianza y educación de los hijos y nuestras actividades de investigación y docencia en el Colmex; ambos requeríamos hacerlas compatibles para alcanzar nuestras metas y obligaciones profesionales. Cuando nuestra hija era bebé, Brígida fue miembro de una comisión del Celade lo que la obligaba a viajar a Santiago de Chile con cierta frecuencia. Yo sabía atender las necesidades de nuestra hijita, que incluían llevarla al pediatra, alimentarla y cuidarla después de las 17:00 horas en que terminaba su labor la señora que por entonces nos apoyaba. El criterio era simple: Brígida y yo teníamos el mismo derecho a perseguir nuestra realización profesional como investigadores, colaborando para hacerla compatible con la vida del hogar y la crianza de nuestros hijos, minimizando las actividades lúdicas. De allí que su línea de investigación sobre mujer, trabajo extradoméstico y familia tuvo como fundamento su praxis familiar, superando ser una mera “teórica” sobre el tema. Habrá que decirlo, ello fue viable porque siempre tuvimos empleadas domésticas y desde hace 40 años hemos contado con Rosa Santillán, quien se hace cargo diligentemente de cocinar, lavar ropa y limpiar la casa, lo que nos permitió consagrarnos a nuestras labores académicas. Desde hace 20 años Reyna Romero hace lo propio en nuestra casa de Cuernavaca los sábados y domingos. Brígida era exigente, pero muy cariñosa con Rosa y Reyna, además de que las retribuía generosamente: a ambas les manifiesto nuestro reconocimiento por su apoyo en el trabajo doméstico que nos permitió ser académicamente más productivos.

Trabajo. La vida afectiva debía, además, ser lo más discreta posible en el lugar de trabajo, pues los dos laborábamos en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio. En el edificio de Guanajuato 125, no nos hablábamos, incluso si llegábamos a coincidir en el elevador con algunos colegas, ¡menos aún si iba el señor Urquidi! Al mudarnos al edificio de la carretera al Ajusco las cosas se facilitaron, pues coincidíamos menos, aunque lo hacíamos en los plenos y reuniones de nuestro centro. En una ocasión, cuando ya teníamos 20 años casados, un colega de otro centro le preguntó a Brígida con cierta picardía: “He visto que algunas veces te vas con Gustavo Garza, ¿no será que tienen algún tipo de romance?” Pensé, a propósito de este comentario, que quizás habíamos exagerado en nuestra discreción; no obstante, con ello logramos desvincular nuestra vida sentimental de la laboral.

Convivencia con los hijos. Momentos felices y memorables de la vida familiar ocurrieron en nuestras estancias sabáticas cuando los hijos eran chicos: i) el año sabático en Sao Paulo, Brasil, en 1980 con Alicely de cinco años y Ernesto de tres; ii) la estancia en la Universidad de California, en San Diego, cuando tenían diez y ocho años, respectivamente, con edades ideales para disfrutar las visitas periódicas a Disneylandia y el Sea World; en la Universidad de Texas en Austin, y en Cambridge en 1991 con 16 y 14 años, última vez que fuimos todos a una estancia de investigadores visitantes. Son de recordar las visitas académicas que hicimos posteriormente, ya solos, a Colchester (Brígida adscrita a la Universidad de Essex y yo a The London Schcool of Economics and Political Sciences) y a la Universidad de Alcalá, en España, pues fueron tiempos en que convivíamos todo el día y los recordábamos con gran nostalgia y felicidad.

Educación. Cuando nuestros hijos ingresaron a la universidad el ciclo familiar inició una nueva fase. Alicely tiene un doctorado en Bioquímica y es investigadora en el Instituto Francis Crick, principal centro de investigaciones médicas en Inglaterra. Ernesto es licenciado en Ciencias de la Comunicación, especializado en producción de videos; en la actualidad está post-produciendo 12 programas del nuevo canal Disney Plus, por streaming, que acaba de inaugurarse en toda América Latina, México incluido. Ambos están ya en el grupo etario de los 40 años. A Brígida y a mí nos satisfizo verlos a ambos realizados en sus vocaciones y ser autosuficientes: en esta etapa nos guiamos por la filosofía del libro “Abrázalos tiernamente y déjalos ir”.

Jubilación. La vida laboral nos encontró consagrados a nuestra vocación en la investigación y la docencia hasta llegar a la jubilación, que ocurrió después de 45 años de trabajo: en mi caso a partir de 2016 y en el de Brígida en 2018. Con posterioridad a estas fechas, seguimos investigado como parte del Programa de Estudios Interdisciplinarios, mediante el cual el Colmex recontrata a tiempo parcial a los jubilados y la institución los mantiene activos; una buena parte de ellos son o investigadores eméritos o miembros del Sistema Nacional de Investigadores, como fue el caso de Brígida. Estos reconocimientos representaron para ella el logro de sus metas académicas y el sentirse profesionalmente realizada. Además, dedicó con suma generosidad un tiempo importante para atender a sus alumnos y alumnas, por los que tenía gran estima; con muchos de ellos entabló una profunda amistad.

Fin del ciclo vital. Después de haber tenido una vida tan plena y gratificante, llegamos a las variables demográficas “de todos tan temidas”, parafraseando a Sor Juana Inés de la Cruz: la morbilidad y la mortalidad. En febrero de 2019, Brígida fue diagnosticada con un cáncer gástrico nivel IV, por tanto incurable, con una posibilidad de sobrevivencia de alrededor de dos años con quimioterapia y de tres meses sin ella. Brígida decidió enfrentar el tratamiento, cuya última sesión fue el 1° de agosto de 2020; a partir de entonces la terapia se volvió paliativa y de apoyo hasta su fallecimiento el 18 de septiembre de 2020. Ella y yo teníamos conciencia plena de la impermanencia de nuestras vidas y eso nos permitió enfrenar de forma estoica y racional los inevitables sentimientos de añoranza y tristeza por el fin de la vida en pareja, si bien el impactante dolor emocional por la muerte del ser querido es humanamente insoslayable.

Epílogo. Brígida tenía 73 años al morir, lo que quiere decir que solamente 3% de su vida transcurrió con la enfermedad y que el restante 97% lo vivió como una persona esencialmente feliz, humana y profesionalmente realizada, como lo reflejaba la contagiosa y alegre sonrisa que la caracterizó siempre. Los invito a recordarla de esa manera cuando la evoquemos. Pero también, recordamos que permanecerá con nosotros en el ciberespacio: cuestión de escribir su nombre en un buscador ¡y aparecerá inmediatamente!

A nombre de Alicia Acely y de Ernesto; de las hermanas y de toda su familia en Santo Domingo, República Dominicana; de la extensa familia de Monterrey, y en el mío propio, agradezco sinceramente a Silvia Giorguli y a Jaime Sobrino, de El Colegio de México, así como a Patricia Vargas de la Sociedad Mexicana de Demografía,  la iniciativa y organización de este homenaje; a mis colegas panelistas sus conmovedoras y emotivas palabras sobre la trayectoria profesional de Brígida y de amistad con ella, así como la atención y muestras de cariño de todos sus alumnos, colegas y amigos  que están enlazados a este evento o que lo verán posteriormente.

A todos les quedo muy agradecido.

Gustavo Garza 

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